ADAMIO, se murió.

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        ADAMIO SE MURIO.

Era un amigo, más bien un pariente y uno de esos parientes que uno por obligación asume que son parientes. Con el tiempo, Adamio se hizo familia y sus cosas y las cosas de familia se hablaban allí mezclados entre un plato y un trago. Adamio era familia, no había más.

Adamio, para entrar en contexto:  él era un hombre de contextura más bien grande, más allá de lo normal, más bien grueso y de manos y piernas y brazos y tórax grande; no obstante carecía de la gracia del movimiento armonizado y la sutileza que dan la sincronización de piernas y brazos. Yo, prefería apartarme antes que asumir el aceptar una disculpa por pisarme los zapatos.Por lo demás Adamio más bien era discreto y retraído, siempre amable y cortés mientras no te pisara un pie.

 De Adamio, siempre lo dije, se sabe que era un un hombre dedicado a su madre: la llevaba, la traía, la cargaba y le complacía sus voluntades como de ir a la iglesia o  a ver tumbas de parientes o calarse las largas y tediosas charlas de viejas amigas:  quizás ese amor por la mamá, de  un buen muchacho, le había retrasado cualquier obligación formal con cualquiera de las muchas novias que se cansaron de esperarlo y lo dejaron; primero será su mamá, me imagino que pensaba él.


De Adamio supe que alguien le tosió en la  cara, eso dicen; ¡  Si!. Si,  asimismo: un ciclista de montaña y compañero de andanzas le pego el virus. Luego de ir y venir, le diagnosticaron y terminó en el estacionamiento de la clínica, por falta de camas, alquilando cuatro rayas amarillas marcadas sobre el pavimento de concreto que marcaban  las nuevas fronteras de su vida; Adamio estaba en el puesto A-35  -del estacionamiento- por decir, lo acompañaron  - me imagino - unas cortinas de baño que cerraban por detrás y  por los lados, también, en un intento de intimidad en aquel remedo de hospital improvisado con una bombona de oxigeno y la misma que se aseguró con una cadena y un candado a la pata del catre improvisado. 

Pasaron días, otros más, y Adamio se mantenía estacionado en el A-35  sin mejoras y sin atraso; estable  está Adamio: le decían a  familiares. Hasta hoy, 6 de la mañana fue la hora en que Adamio se fue permanentemente estable a buscar su destino en otra parte. 

Que descanse en paz.


       El  ENTIERRO DE ADAMIO


Ayer en la entrada del cementerio,  nada más para entrar, nos sorprendieron los vigilantes en la garita que nos impedían la entrada con la noticia:

- <<El difunto Adamio Montenero como que tenia 8 hermanos y  todos ya están allí. No  podemos dejar entrar a nadie más.>> :-- balbuceó el vigilante, cambió de postura y asomó la vista para obviar la conversación.

Y, la noticia seguía, los hermanos que venían, que llegaban, estaban congregandose a las puertas del cementerio como en asamblea.

Todos en silencio y el luto como nube de agua  oscureció  la tarde húmeda y  la puso más triste de lo que era, ese día.La  cola de carros,  de un lado a otro de la calle, amenázaban con el hastío, y  unos se bajaban a conversar sobre rugby  y otros recordaban las rutas de bicicletas que juntos al difunto recorrían hasta ayer, hace muy  poco.

Todos ellos,  expectantes, repletos de sentimientos, de nostalgia y contrariados, esperando el paso de  la  camioneta fúnebre y que al sentir que se acercaban: todos ellos salieron a  rendir un homenaje póstumo al amigo y al compañero: todos sobre el asfalto, acurrucados unos al lado del otro como con frío, y casi como implorando....y el conductor conminado por tanto dolor demostrado en ese momento por ciclistas y jugadores de rugby ....aminoró la marcha, se detuvo y permitió que se cargaran en la camioneta fúnebre todos los dolores y pesames y un último adiós en una lágrima retenida para continuar la marcha, la definitiva.

Si, allí estaba ella, esperandolo, su hermana, casi chiquitica, más pequeña que nunca, con el pelo recogido hacia atras y dos carteras, con la sonrisa triste pero sincera, con el temple  y la fuerza que nadie esperaba de ella. 


Si me preguntarán a mi: nunca sentí tan cerca una tristeza tan honda en una persona, en casi estado catatónico, el sentimiento y tan activo en  la situación.

 Llegó la camioneta fúnebre y entre seis fornidos hombres apenas si pudieron con el ataúd, pintado de marrón madera  y de  brillo que reflejaba el último rayo de luz de aquella tarde húmeda y triste, y como pudieron, balanceando sobre tumbas,  llegaron a la fosa. 

No hubo oficios religiosos más que aquel que cada quien llevaba consigo para la ocasión. Las 7 de la noche logramos ver cuando nos dimos cuenta que ya todo había acabado, ya nos quedamos a oscuras cuando nos despedimos al ver la última pala de tierra que como un candado cerro el día, la tarde y el momento.

Adiós, Adamio.


NOTA:
«Los personajes y hechos retratados en Pura Paja®   son completamente ficticios. Cualquier parecido con personas verdaderas, vivas o muertas, o con hechos reales es pura paja «.

Comentarios

  1. Increíble cómo abordas temas tan distintos pero con el lenguaje apropriado. Mis comentários no tiene relevancia lo hago como un cumplido, pues confías en mí como tú lectora.

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