HITLER, MI COMPAÑERO
Pura Paja®
HITLER. MI COMPAÑERO
Lo de espías y sus aventuras le traían noticias de otro mundo, de ciudades tan lejanas como París o Londres y por no mencionar Berlín bajo una pertinaz lluvia en el emblemático Checkpoint Charlie como portal a la cortina de hierro, y esa era la otra realidad que dibujaba Le Carree en sus libros: las peripecias de su propia vida, y de gente como él, que caminaron durante la guerra fría en una zona gris retratando a sus espías como seres humanos falibles, plenamente conscientes de sus propios defectos y los de los sistemas a los que servían. En el mundo crepuscular de los personajes de le Carré, la distinción entre el bien y el mal caminaron en una zona gris donde nada estaba claro o si esta bien o mal.
En eso andaba Guillermo y en eso de pensar quedó pensando que tan malo es lo malo o lo bueno lo que dice ser, y un pensamiento extraño le cruzó la mente y se dijo algo que no logro entender:
- << el bien o el mal no existen , solo son interpretaciones oscilantes de la realidad de quien la vive >>
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Su autor, León Poliakov, fue de los primeros en documentar y analizar el antisemitismo, el exterminio, el odio y tratar de darle sentido y explicación a esa maquinaria que cambió un pueblo de civilización culta a uno amante de barbarie, terror y muerte: una nueva realidad que en la sensibilidad se apreciaba modificando su Weltanschauung - interpretación del mundo - que de tanto legal era tanto normal: ¡ Cambio mental por decreto de Leyes !.
Poliakov nos cuenta como el matar y asesinar a 11.000.000 de personas constituyó una cuestión de estado para el III Reich, o tercer imperio alemán como suele decirse oficialmente - en los años 1941 al 45 y sistemáticamente en toda Alemania y territorios ocupados- que incluye leyes, procedimientos y técnicas de exterminio para asesinar y aparece toda una logística de transporte e infraestructura física y de cuyos nombres hoy escuchamos con natural sorna como Treblinka, Dachau, Buchenwald o Auschwitz y un par de docenas más que constituyen sitio de peregrinación turística obligada: hoy transmutado en salones asépticos desprovistos de dolor y la incertidumbre y donde nadie se pregunta :- ¿se vive o no, sobreviviré ?; sin manchas de sangre en las paredes y tan higienicos y pulidos pisos que tratan de aparentar la tragedia de aquellas gentes sustituyendolos con el drama de luces spot grandisimas que iluminaban aquellas cifras de once millones de víctimas que cuelgan en las paredes cual trofeos; números y también fotos que hacen las veces de decorado frivolo quedando aquella vaina como museo disruptivo.
Así que desde ese cualquier día del año 1964 Hitler se convirtió en compañero inseparable de Guillermo y desde confidencias y secretos se adelantaban, cuchicheaban en cualquier esquina y aquello parecía no tener término, para mal o bien. Desde ese día no se intereso más por títulos de libros como El espía que vino del frio: Le Carree era un niño de pecho al lado de Hitler.
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El conjuro
Desde entonces, les cuento, no había otra cosa que tuviera más sentido que desentrañar la extraña influencia de Hitler; todo comenzó con una afición o curiosidad con la compra de un primer libro acá de la Segunda Guerra Mundial, luego otro y más otro; la biografía escrita y leída de autores sobre Hitler no bastaban, había que tenerlas todas ; la máquina de guerra le fascinaba porque un arma complementaba la otra y ya fueran carros dé combates como Panzer Tiger o los aviones Stuka que causaban panicos hilarante a clientes que viksitaban cuando cuando caían en picada- como en Guernica, recuerdan 1937 - ó aquellos cazas Messerschmidt o acorazados como el Bismark ocupaban su fantasía y un U-boot emergía en sus sueños ondeando la bandera de la Kriegsmarine con dos hileras de marinos parados en perfecta formación en la cubierta de babor entrando - con rimicas ondas de oleaje - al puerto de Lűbeck o en el mítico Paseo Colón donde sorprendían a sus pescadores con sus maras full de pescado fresco cogiendo salitre; la mente se le nublaba al escuchar la música que acompañaba la apoteósica entrada del U-Boot 351 cargado de nostálgicos marineros: coreaban La Paloma, himno consensuado de todos aquellos enlatados, y no de hoy y si desde desde los tiempos que La Marina Imperial apostaba al sol y las lejanas playas del Caribe; eso que lo corrobore Hans Albers: distinguido sujeto que sobrevivió la larga contienda de la Segunda Guerra y a los SS, a la Gestapo además de ñapa, por tener la más apreciada versión deLa Paloma según la gente submarina. Triste pero cierto, luego de la Guerra sufrió el escarnio público pero pronto se conoció que su esposa era judía, pero ese es otro cuento.
Ni que decir de Peeneemůnde con sus misiles V1 y V2, con la nariz olfateando a la lejana Londres y, más allá, Von Braun charlando con Julio Verne sobre los viajes lunáticos. Podia sentir el olor de los gases de combustión en rededor.
Fascículos, a todo color ilustrados, de emisión semanales de la Guerra sobraban en los kioscos y uno a uno con religiosa costumbre se acumulaban y formaban aquella intensa biblioteca de guerra y metralla atizada de papel, organizada y sistematizada de tal forma que se trataré de aviones o barcos, cuerpo de infantería, o dé los generales Mannstein, Rommel daba igual: que siempre se daba con el barco buscado o la Luger en cuestión, o las Ardenas.
Con el ir de los días y viendo que aquella situación de mal en peor se encaminaba y que la comida se quedaba y de flaco a más bien a esqueleto de apariencia asomaba y en parecer - mas bien decian aquellos - que de Treblinka venía: y en esto andaban cuando resolvieron, en un día para el otro, por consejo de un vecino y cuyo nombre no me quiero acordar y éste convenciendo a amigos, que pocos ya le quedaban, hacerse de una carretilla y cargar con todo aquello de la Segunda Guerra Mundial y como pudieron y no solo por peso y si por necios; y acarrearon aquel vainero y a la playa fueron a dar, en una noche caliente y con luna, y con la candela, lenguas de guerra asomaron, saumerios y voluntades en un exorcismo ejecutaron. Gritaban unos, los pirómanos digo, desde la orilla y parados sobre un cerrito que amontonaban concha marinas de guacuco, madeperla y pepitonas sobre aquella playa de testigo mudo:
¡ Al coño e'madre de Hiitler, que se vaya al carajo!..
Y al tanto, que otros injuriaban desde la otra esquina de la inmensa hoguera:
¡ Hijo de puta, libros.¡
En eso estaban distraídos quemando libros, esvásticas, estandartes, y banderas y arrasaron con campos de exterminios y en su imaginación enjuiciaron a Eichmann y al Dr.Mengele: cuando acabaron y viendo de cerca aquella vaina escucharon desde el crepitar de las brasas unas voces, les parecía, que se soltaron chispas, brazos de fuego que a unos le quemaron las pestañas y a otros, de espanto, se cagaron al escuchar una explosión.
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