CARTAS DE SAIGON
Pura Paja en @alsanpo
CARTAS DE SAIGON
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En estos últimos días de noviembre me ha venido a la memoria una historia familiar que quizás les agrade leer, para variar. Esto ocurrió en 1963, en plena guerra fría, en la capital del estado de Texas, San Antonio, durante esas visitas que John F. kennedy realizaba con motivos de su campaña a la reelección presidencial de 1964, en Estados Unidos. Exactamente el 23 de noviembre de 1963, un día antes del asesinato de Kennedy en Dallas.
Por extraño que parezca en aquel lejano tiempo acostumbraban, en este país de otrora bonanza petrolera y económica, ciertas familias con empuje y aspiración enviar a sus hijos e hijas a estudiar a los Estados Unidos en colegios e internados a hacer el Bachillerato.
Por extraño que parezca en aquel lejano tiempo acostumbraban, en este país de otrora bonanza petrolera y económica, ciertas familias con empuje y aspiración enviar a sus hijos e hijas a estudiar a los Estados Unidos en colegios e internados a hacer el Bachillerato.
Y , ¿ adónde no sería si no fuera a Texas ?: Dallas y San Antonio eran sitios que para aquel entonces sonaban como distantes y fabulosos por las historias de Cowboy e indios; decir Texas era como decir - para el imaginario de aquella gente de allí - el Llanero Solitario en un brioso corcel blanco y sentírse uno como participante del elenco en una película de John Wayne; y desde aquel sitio remoto y exótico de películas llegaban los equipos y maquinarias para la explotación petrolera y se tenían fuertes raices con aquellas empresas americanas petroleras - Standard Oil, entre otras - y conocidas localmente como Creole, Gulf o Phillips y que servían - desde luego - como punto de referencia para todo.
Eran estos unos grupos de muchachos y muchachas, jovencisimos, guapos y afortunados que se habían librado de la provincia y, de seguro de la malaria, con un providencial futuro pues pronto entrarían a prepararse en las universidades.
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Ese dia, tan especial, con motivo de la visita de Kennedy a San Antonio se acostumbraba a desfilar en la principal avenida, por los lados de Alamo Heigts, congregando a todos los colegios e instituciones de enseñanza para recibir en aquella engalanada y festiva ciudad al presidente.
Allí estaban las delegaciones del cabildo, el sheriff, los bomberos, los indios con penachos de plumas y los vaqueros con sus amplios sombreros acompañados de cientos de curiosos con las expectativas de presenciar el desfile militar com biombos y platillos, la música marcial se escuchaba y la guardia Nacional - en perfecta formación - con sus jinetes y artillería montada ya estarían cerca: y, sobre todo, ver y saludar y hasta tomarse una foto polaroid con el Presidente Kennedy.
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Todo un honor y asi lo entendieron ese día las muchachas del Incarnate Word College que se sumaron a aquella fiesta civil y hacían parada en la intersección de las céntricas New Braunfels Avenue y la Rittman Road con cientos de banderas blanca y roja con estrellas que ondeaban por encima de sus cabezas esperando al Presidente John F. Kennedy.
Grande expectativa.
Ese día tan glamoroso, tan único e irrepetible, vestian las chicas del Incarnate Word College el llamativo uniforme de falda plisada de verde oscuro que le cubría más allá de la rodilla, blusa blanca manga corta almidonada con un corbatín de lazo verde que cerraba el cuello con elegancia y remataba en zapatos negros con punta blanca de griffin; medias blancas cubrían los tobillos de las miradas. Todo bajo el pudor estricto de las monjas del Incarnate Word Colleg que no se desprendían de su castidad.
Parade 5 july Texas |
Todo un honor y asi lo entendieron ese día las muchachas del Incarnate Word College que se sumaron a aquella fiesta civil y hacían parada en la intersección de las céntricas New Braunfels Avenue y la Rittman Road con cientos de banderas blanca y roja con estrellas que ondeaban por encima de sus cabezas esperando al Presidente John F. Kennedy.
Grande expectativa.
Ese día tan glamoroso, tan único e irrepetible, vestian las chicas del Incarnate Word College el llamativo uniforme de falda plisada de verde oscuro que le cubría más allá de la rodilla, blusa blanca manga corta almidonada con un corbatín de lazo verde que cerraba el cuello con elegancia y remataba en zapatos negros con punta blanca de griffin; medias blancas cubrían los tobillos de las miradas. Todo bajo el pudor estricto de las monjas del Incarnate Word Colleg que no se desprendían de su castidad.
Incarnate Word Colleg |
Paradas allí veian a pasar a los elegantes soldados en sus uniformes de gala y les impresionaban sus correajes y sus pistolas, sables al cinto asidos bajo un guante blanco y la batuta al aire que dibujaba figuras al viento: respondiendo a sus saludos cuando aquéllos desde la avenida gritaban piropos a las chicas. .
Durante un par de horas, por alguna razón que nunca llegaron a conocer o no recuerdan, una de aquellos pelotones de soldados se detuvo allí.
Eran muchachos jóvenes, disciplinados , con mucho respeto y educados.. Naturalmente, las jovencitas llamaban la atención de los militares, y entre ellas y los oficiales se entabló un coqueteo simpático e inocente.
La más linda y bella de las muchachas del grupo se llamaba Conchita. Tenía sólo dieciséis años, pero era muy atractiva y su figura espigada recordaba una frondosa palmera, para su edad estaba espléndidamente desarrollada y descollaba por sobre su mirada la pasión del carmesí en sus labios. Uno de los oficiales que no le quitaba la mirada, se le acercó y descubriéndose el kepis dejó ver una hermosa cabellera rubia alborotada de rizos que parecían sonreir y comiendose aquella palmera con sus grandes ojos negros le miró preguntándole, medio en broma, si podría escribirle, si podría enviarle noticias del frente de guerra pues pronto estaría en Vietnam destacado y estaría en Saigón.....no tenia novia ni nadie que le esperará, le dijo y ella le creyó.Y Conchita, por supuesto, abrumada por el galanteo, dijo que sí.
La más linda y bella de las muchachas del grupo se llamaba Conchita. Tenía sólo dieciséis años, pero era muy atractiva y su figura espigada recordaba una frondosa palmera, para su edad estaba espléndidamente desarrollada y descollaba por sobre su mirada la pasión del carmesí en sus labios. Uno de los oficiales que no le quitaba la mirada, se le acercó y descubriéndose el kepis dejó ver una hermosa cabellera rubia alborotada de rizos que parecían sonreir y comiendose aquella palmera con sus grandes ojos negros le miró preguntándole, medio en broma, si podría escribirle, si podría enviarle noticias del frente de guerra pues pronto estaría en Vietnam destacado y estaría en Saigón.....no tenia novia ni nadie que le esperará, le dijo y ella le creyó.Y Conchita, por supuesto, abrumada por el galanteo, dijo que sí.
«Tendrás entonces que darme una foto tuya», dijo el oficial. «Está bien», respondió Conchita.
Fotografía a los seis años |
Con un mohín de coqueto y desenfadado, sin quitarle la mirada ni por un instante al oficial de rizos amarillos, Conchita buscó entre los pliegues del uniforme de su verde falda y extrajo desde las páginas de su catecismo una fotografía. Cuando se la puso en las manos al oficial, éste miró la foto, la miró a ella y volvió a mirar la foto, primero sorprendido y luego con una sonrisa.
«¿Qué edad tenías cuando te la hicieron?», preguntó.
« seis años », respondió ella.
El oficial de rizos al aire no salía de su sorpresa y entre buscando los hermosos labios carmesí que no encontraba en la fotografia y observando la imagen de la niña con pelo largo, lacio y brillante, de lazo adornando su cabellera y con rostro iluminado: optó por guardar cuidadosamente en su cartera la imagen de la niña.
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Lo demás es historia: la ciudad, el país y por no decir el mundo entero enmudeció al conocer la triste noticia del asesinato del Presidente John F.Kennedy al otro día del glamoroso desfile, un 24 de noviembre del 1963.
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Lo demás es historia: la ciudad, el país y por no decir el mundo entero enmudeció al conocer la triste noticia del asesinato del Presidente John F.Kennedy al otro día del glamoroso desfile, un 24 de noviembre del 1963.
Vietnam en llamas . |
Así al poco tiempo, días luego del asesinato, se marchó el oficial de rizos de aire al frente de guerra ...a Saigón, Vietnam. Y, Conchita recibia y enviaba cartas acompañadas de historias de amor y anécdotas de guerra, de vez en cuando una foto y una que otra vez el papel se llenaba de llantos y del color carmesí por aquel amor de un día que ambos compartieron en una sola frase, decía desde Saigón :
"el amor será convulsiva o no será . "
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Pasaron los años. Conchita se mutó en mujer espléndida con casa, marido e hijos y con infinidades de obligaciones que nunca le daban descanso.
Y un día, diez años después de la guerra, un hombre entró en el negocio de Barquisimeto, en las céntricas calles de la 19 y 31 frente al cine Florida, y preguntó por ella.
«¿Se acuerda usted de mí?», preguntó.
Ella no se acordaba.
Entonces él saco su billetera y desde allí barajeo y sacó una fotografía un tanto ajada con la imagen de una niña de 6 años. Y, de seguidas, le dijo:-
Entonces él saco su billetera y desde allí barajeo y sacó una fotografía un tanto ajada con la imagen de una niña de 6 años. Y, de seguidas, le dijo:-
<< ¡ ha sido mi amuleto durante años en la guerra, cada vez que tenia apuros y dificultades la miraba...!. He venido a Caracas por negocios y la he buscado, y con unos amigos indague y llegue hasta Barquisimeto, se la devuelvo >>.
Y, dándose vuelta regreso con los mismos pasos por donde habia venido.
Ahora ella, Conchita debe andar por los 74 años y cada vez que la veo volvemos a la foto, las cartas y siempre quise saber si era así de inocente o traviesa en 1963 y me responde escuetamente:-
Ahora ella, Conchita debe andar por los 74 años y cada vez que la veo volvemos a la foto, las cartas y siempre quise saber si era así de inocente o traviesa en 1963 y me responde escuetamente:-
<< es mi amuleto. .>>, esboza un rayo de picardía en los ojos y sonríe laconicamente.
Sonrisa, que conozco de toda la vida, es la de mi hermana.
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NOTA:
«Los personajes y hechos retratados en Pura Paja® son completamente ficticios. Cualquier parecido con personas verdaderas, vivas o muertas, o con hechos reales es pura paja «.
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