DON ADONALDO
Pura Paja®en @@alsanpo
Don Adonaldo, si.
Asi se llamaba el jefe de depósito en aquél enclave de la empresa en Bogotá. Era el nombre de la empresa más el topónimo Colombia; todo un aparato de ventas.
En la Avenida Sexta, ahí mismo en ayer.
Era un tipo más bien flaco, enjuto, de tez cetrina, el corte de pelo nunca llegaba a la pata de la oreja y menos al cuello; de voz ronca pero grave que revelaba el carácter y la masa de lo que estaba hecho: compromiso.
Era el primero en llegar y recibía a la gente por la mañana helada de Bogotá con un cordial tinto humeante y caliente aderezado con un " buenos dias", acomodada con una sonrisa seria pero genuina que no lo abandonaba jamás.
Era un tipo más bien flaco, enjuto, de tez cetrina, el corte de pelo nunca llegaba a la pata de la oreja y menos al cuello; de voz ronca pero grave que revelaba el carácter y la masa de lo que estaba hecho: compromiso.
Era el primero en llegar y recibía a la gente por la mañana helada de Bogotá con un cordial tinto humeante y caliente aderezado con un " buenos dias", acomodada con una sonrisa seria pero genuina que no lo abandonaba jamás.
Nunca logré entender porqué toman un café, tan insípido, así de transparente pero, igual, le viene bien el nombre de tintura.
Hablaba siempre de Usted y en aquél peculiar acento bogotano cerrado y de montaña: Del que tanto se ufanaba; sentiase orgulloso de ser bogotano - rolo, como el que más - y lo demostraba en ésa corbata que le torcia la manzana de Adán y no lo abandonaba jamás.
Nunca supe si era el único traje que tenía ó la única corbata que disponía - yo, bueno, lo admiraba - porqué desde que se bajaba del Transmilenio y caminaba el trecho hasta el almacén era toda una elegancia y un garbo, tan distintivo y sui generis, que al cambiarse del elegante traje a aquél overol laboral - azul- de jefe de almacén aún conservaba aquélla elegancia y prestancia que seguía siendo Don Adonaldo, a pesar- hoy - después de tantos años.
Hablaba siempre de Usted y en aquél peculiar acento bogotano cerrado y de montaña: Del que tanto se ufanaba; sentiase orgulloso de ser bogotano - rolo, como el que más - y lo demostraba en ésa corbata que le torcia la manzana de Adán y no lo abandonaba jamás.
Nunca supe si era el único traje que tenía ó la única corbata que disponía - yo, bueno, lo admiraba - porqué desde que se bajaba del Transmilenio y caminaba el trecho hasta el almacén era toda una elegancia y un garbo, tan distintivo y sui generis, que al cambiarse del elegante traje a aquél overol laboral - azul- de jefe de almacén aún conservaba aquélla elegancia y prestancia que seguía siendo Don Adonaldo, a pesar- hoy - después de tantos años.
✍
Disponia Don Adonaldo de un mesón, largo y amplio, que se habia hecho a su buen entender y saber con lo que encontró alli, para su faenar.
✍
Limpio y bello estaban aquéllos productos que Don Adonaldo despachaba en envoplast que causó furor: los clientes solicitaban que fuera así, que les puedo decir: llegamos a pensar, hasta eso, que los clientes les agradaba recibir así y volvían a pedir más pero a la manera de Don Adonaldo.
✍
¿ Que les contaba?
¡ Ah, sí!. Pues el buenísimo de Don Adonaldo se acercaba allí, a San Andrecito, recogía cajas de cartón, unas las compraba por unos pesos y otra las negociaba a cuenta de labia fluida y versátil además de su fino humor, recio y noble..
Pero siempre tenía cajas de cartón en su almacén de la empresa traidas de Pensilvania.
Pero pongan cuidado: las cajas de cartón eran objeto de un sutil y esmerado trabajo propio de un cirujano plástico, más estético y loable que otra cosa: sufrían una transformación directamente proporcional al tamaño, volúmenes, peso y, cuidado, sí Don Adonaldo no estaba versado en aquél famoso numero PHi, que hablaba Vitrubio, sobre las debidas proporciónes de largo y ancho que han mantenerse para que aquella caja de cartón, o mejor Etui, fuera una obra de arte: agradable a la vista y ergonomicanente plausible de ser levantado por cualquier terrestre de mediana contextura, es decir yo..
Caja por caja era trabajada hasta llevarla a la dimensión adecuada por medio de unos finísimos cortes precisos sobre el cartón con un bisturí confeccionado en " Made in Home ", no era más que una pletina afilada en un canto con un mango de cartón amarrado con tirro, adaptada a la palma y configuración de los dedos de nuestro exquisito Don Adonaldo que ya sufria de males que le deforman: artritis.
Disponia Don Adonaldo de un mesón, largo y amplio, que se habia hecho a su buen entender y saber con lo que encontró alli, para su faenar.
Solia tener una rutina de trabajo envidiable, de ésas que causan asombro por efectiva y práctica: En una esquina del improvisado mesón, digamos la izquierda, arrumaba una carpeta de pedidos recibidos y meticulosamente numerados y controlados por fecha y media firma que acostumbra echarla para confirmar para él misno que alli estaba; desplegaba la hoja del nuevo pedido sobre el ancho y largo mesón y en un zig zag, repetido de ir y venir, consolidaba pastillas de freno en una ruma y luego bandas y bloques en otra; y por último los rollos a los cuáles prestaba especial atención por la nomenclatura tan extraña y adversa a su entender: en pulgadas y en milesimas de pulgadas y - cuándo no - expresado en quebrados.
Dispuesta cómo estaba el nuevo despacho de mercancia sobre el amplio y largo mesón procedía a verificar el buen estado de la mercancía: referencias y clientes era lo primero para luego: que si no estaba manchada, que el color de la etiqueta fuera uniforme y todas tuvieran el mismo tono de color cuál si de un estuche de habanos se trataré; después las etiquetas que la tiraba para acá y allá para buscar el ángulo de lectura plácida al ojo del cliente y pudiera distinguir a sus anchas: nombre y logo de la empresa.
A mano estaban siempre un trapo seco para quitar el polvo y luego le remataba con uno húmedo: una y otra vez repasaba la limpieza, hasta que quedaba satisfecho.
¿ De dónde trajo Don Adonaldo la feliz idea de usar envoplast? :
-- no lo sé. Nunca lo sabremos:
---' ¿ de un supermercado ó una carnicería ?
Difícil saber y, pero, lo cierto es que pegó y se quedó hasta estos días. Tan bueno era que cruzó la la frontera.
Dispuesta cómo estaba el nuevo despacho de mercancia sobre el amplio y largo mesón procedía a verificar el buen estado de la mercancía: referencias y clientes era lo primero para luego: que si no estaba manchada, que el color de la etiqueta fuera uniforme y todas tuvieran el mismo tono de color cuál si de un estuche de habanos se trataré; después las etiquetas que la tiraba para acá y allá para buscar el ángulo de lectura plácida al ojo del cliente y pudiera distinguir a sus anchas: nombre y logo de la empresa.
A mano estaban siempre un trapo seco para quitar el polvo y luego le remataba con uno húmedo: una y otra vez repasaba la limpieza, hasta que quedaba satisfecho.
¿ De dónde trajo Don Adonaldo la feliz idea de usar envoplast? :
-- no lo sé. Nunca lo sabremos:
---' ¿ de un supermercado ó una carnicería ?
Difícil saber y, pero, lo cierto es que pegó y se quedó hasta estos días. Tan bueno era que cruzó la la frontera.
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Limpio y bello estaban aquéllos productos que Don Adonaldo despachaba en envoplast que causó furor: los clientes solicitaban que fuera así, que les puedo decir: llegamos a pensar, hasta eso, que los clientes les agradaba recibir así y volvían a pedir más pero a la manera de Don Adonaldo.
Don Adonaldo se habia convertido en nuestro mejor vendedor.
✍
¡ Ah!, hay más: las cajas de cartón.Les cuento:
No muy lejos del almacén quedaba ó queda un amplio mercado, con tiendas formales de esas que venden corotos electrónicos unas veces y otras de trapos y zapatos cómo Nike - o parecidos - y que terminan - las más de las veces- en otro mercado anexo explayado en un terraplén dónde se dan encuentro toda clase de mercancias o mercaderias de dudosa extracción: cachivaches, ropa usada y utensilios usados ó, también, herramientas: si ud busca un serrucho - digo yo - y tiene poca plata o ninguna puede llegarse hasta allí y negociar y siemre que lleve algo para trocar o permutar. En aquellos dias le llamaban San Andrecito, en honor a la isla topónima qué se convirtió en icónico de contrabando y otras cosas más: Bienvenidos a San Andrecito de Pensilvania, dónde todo sé puede y lo qué no también.
¡ Ah!, hay más: las cajas de cartón.Les cuento:
No muy lejos del almacén quedaba ó queda un amplio mercado, con tiendas formales de esas que venden corotos electrónicos unas veces y otras de trapos y zapatos cómo Nike - o parecidos - y que terminan - las más de las veces- en otro mercado anexo explayado en un terraplén dónde se dan encuentro toda clase de mercancias o mercaderias de dudosa extracción: cachivaches, ropa usada y utensilios usados ó, también, herramientas: si ud busca un serrucho - digo yo - y tiene poca plata o ninguna puede llegarse hasta allí y negociar y siemre que lleve algo para trocar o permutar. En aquellos dias le llamaban San Andrecito, en honor a la isla topónima qué se convirtió en icónico de contrabando y otras cosas más: Bienvenidos a San Andrecito de Pensilvania, dónde todo sé puede y lo qué no también.
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¿ Que les contaba?
¡ Ah, sí!. Pues el buenísimo de Don Adonaldo se acercaba allí, a San Andrecito, recogía cajas de cartón, unas las compraba por unos pesos y otra las negociaba a cuenta de labia fluida y versátil además de su fino humor, recio y noble..
Pero siempre tenía cajas de cartón en su almacén de la empresa traidas de Pensilvania.
Pero pongan cuidado: las cajas de cartón eran objeto de un sutil y esmerado trabajo propio de un cirujano plástico, más estético y loable que otra cosa: sufrían una transformación directamente proporcional al tamaño, volúmenes, peso y, cuidado, sí Don Adonaldo no estaba versado en aquél famoso numero PHi, que hablaba Vitrubio, sobre las debidas proporciónes de largo y ancho que han mantenerse para que aquella caja de cartón, o mejor Etui, fuera una obra de arte: agradable a la vista y ergonomicanente plausible de ser levantado por cualquier terrestre de mediana contextura, es decir yo..
Caja por caja era trabajada hasta llevarla a la dimensión adecuada por medio de unos finísimos cortes precisos sobre el cartón con un bisturí confeccionado en " Made in Home ", no era más que una pletina afilada en un canto con un mango de cartón amarrado con tirro, adaptada a la palma y configuración de los dedos de nuestro exquisito Don Adonaldo que ya sufria de males que le deforman: artritis.
Frisaba, Don Adonaldo, los 50 y pico largos que no lo amedentraban para nada en su cirugía de cartón.
Proseguia Don Adonaldo: y aquella caja bella, esculpida de la mano del bisturí y digna de premios en cualquier Bienal, Venecia o Sao Paulo: me da igual, por su impecable belleza útil y práctica -- ya lo decían los griegos ha ya 3.000 años " lo útil es bello"-- con ponerle etiqueta a cada envio, cada caja, detallando con su destino y cliente, nro.de factura, y lo registraba en una carpeta que mantenia en en el largo y ancho mesón a su derecha, me parece verlo todavía.
Proseguia Don Adonaldo: y aquella caja bella, esculpida de la mano del bisturí y digna de premios en cualquier Bienal, Venecia o Sao Paulo: me da igual, por su impecable belleza útil y práctica -- ya lo decían los griegos ha ya 3.000 años " lo útil es bello"-- con ponerle etiqueta a cada envio, cada caja, detallando con su destino y cliente, nro.de factura, y lo registraba en una carpeta que mantenia en en el largo y ancho mesón a su derecha, me parece verlo todavía.
Cuando ya al fin y todo entregaba al transportista la escena trasponia la fantasía y la imaginación quédaba corta: Era un ritual, de papeles y firmas que rodaban alli, de ademanes y gestos de ambas de partes. Y el ritual no terminaba allí: Don Adonaldo no le quitaba la mirada al camión hasta que daba la vuelta y se perdía en la esquina. La cara de Don Adonaldo era un poema pareciese que hubiera perdido un hijo, en una desgracia, cada vez que entregaba mercancia.
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Y cerraba el dia orgulloso por el trabajo bien hecho; para luego subir -- ya cambiado a traje único y corbata disponible -- por las escaleras y en cada oficina y cada gente que encontraba se despidia con un " hasta mañana", que todos discernian cómo " he cumplido". Se retiraba, como llegó, con garbo y prestancia cuál catedrático de la bogotana Universidad Pontificia Javeriana.
Que se sepa, nunca escuche o vi nada: Nadie le reprochaba nada pues no habia motivo. Aquello parecia una farmacia de impoluta y bien organizado.
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De Don Adonaldo no tengo más nada y, tampoco, supe más nada de él más qué aquéllo qué hoy día me dio por contarles : Un caballero andante cómo muchos que son ejemplo de pocos pero en mucho de virtud. Compromiso, les decia.
NOTA:
«Los personajes y hechos retratados en Pura Paja® son completamente ficticios. Cualquier parecido con personas verdaderas, vivas o muertas, o con hechos reales es pura paja «.
Pura Paja®
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De Don Adonaldo no tengo más nada y, tampoco, supe más nada de él más qué aquéllo qué hoy día me dio por contarles : Un caballero andante cómo muchos que son ejemplo de pocos pero en mucho de virtud. Compromiso, les decia.
NOTA:
«Los personajes y hechos retratados en Pura Paja® son completamente ficticios. Cualquier parecido con personas verdaderas, vivas o muertas, o con hechos reales es pura paja «.
Pura Paja®
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