El tigre y el mono


         EL TIGRE y EL MONO

Estamos en la glamorosa ciudad de antaño, en Caracas,  cuándo aún se tenían zoológicos y jardines donde pasar un ratico con la naturaleza.


Esa mañana, un tigre y un mono del Parque del Este lograron abrir la puerta de su jaula cerrada con negligencia. La mañana era azul con  nubes blancas que pasaron la noche en el Avila  y un claro sol iluminaba  alegremente la autopista del Este.

El Cerro Ávila, corona de Caracas.

 Bajo la sombra de los grandes samanes había un frescor penetrante, y el tibio calor calentaba la hierba que aprovechaba para sacudir el rocio en sus pequeñitas hojas.


 Los dos animales, que acababan de desayunar muy bien: un bisteck de solomo encebollado el tigre y unos cambures manzanos el mono, se pasearon con pasos lentos por sobre la grama deteniéndose de vez en cuándo para lamerse y gozar cómo buenos  muchachotes de la suavidad de la mañana. 


Parque del Este







Se encontraron, casi tropiezan, al final de un recodo que da  allí dónde el espejo de agua les devolvía su imagen. 

Sé saludaron con un gesto -  moviendo la garras el tigre y la cola el mono - y se pusieron a caminar juntos hablando pendejadas cómo de lo aburrida que estaba la comida del zoo o el tiempo que desperdician encerrados en aquellas jaulas diminutas, del ocio y falta de oficio.De tanto que caminaron terminaron arribando a la puerta enorme que da entrada al parque por la avenida Francisco de Miranda. Entonces se preguntaron que habría más allá.


—¡Caramba ! —dijo el tigre—. tengo curiosidad de saber cómo los humanos viven en sus jaulas.Ya tengo años recibiendo a los humanos y como unos pendejos hacen muecas y se comportan como idiotas.Debemos aprovechar la ocasión para ir a mirarlos a ellos a la suya, aunque tenga que parecer tan idiota como ellos… Le propongo dar un paseo hasta la jaula de los hombres.


En ese momento, Caracas, que se estaba despertando, se puso a rugir con tal intensidad que el mono se detuvo escuchando con inquietud. El clamor de la ciudad se elevaba, sordo y amenazante; y ese ruido ensordecedor causado por  los carros y las motos y las gandolas, las cornetas y la gritería de la gente bajando y subiendo de los autobuses y camionetas por puesto,  por los niños llorando y las carcajadas provocadas por chistes groseros: todo aquéllo parecían alaridos de furor, rabia más bien,  y estertores de agonía.


Tráfico en Av.Francisco de Miranda








—¡ Coño, vale ! —alcanzo a decir el mono —  parece que los están  jodiendo en su propia jaula. Los están matando, no joda. Estás seguro de ir a ver a los humanos en su jaula?


—Qué te pasa, mono? , parece que la vaina va en serio pues lo que se escucha es un peo de Padre y Señor nuestro, un alboroto; es posible que los estén jodiendo algún domador arrecho por no haber pasado bien la noche — confesó el Tigre, ya melindroso y medio cagado.


El barullo aumentaba a medida que se acercaban a la avenida Francisco de Miranda, era un estruendo que recordaba un cataclismo o un desastre y  el mono empezó a tener culillo.


—¿ Mejor nos vamos cada uno a nuestra jaula ? — masculló el mono-  Y nos quedamos quietecitos.



                           


                     A Emil


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