ASESINANDO A CAROLINA

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   Asesinando a Carolina.

                   ( como convivir sin morir en el intento )

El cuerpo de Carolina yacía en el piso sobre un charco de sangre que mojaba con su mancha roja la más estrecha que larga cocina y el  pan sánguche - esparcido alrededor- asediaba al cadáver como una corona fúnebre.


 El rigor mortis aún no había aparecido y  debía tener entre tres o cuatro horas  pues el cuerpo estaba aún tibio.De un lado, sobre la baldosas del piso, se podia leer  "Alfredo " escrito con roja sangre que apuntaba al dedo índice de la occisa, las huellas así lo indicaban.

Como una tromba la novedad subió y bajo inundando pasillos y escaleras del edificio, tocando puertas,  y la noticia
llegó a todos por igual y  sin importar si querían o no saber. 

El viejo Elkyn, que acostumbraba recojer la basura, fue el primero que vió el cadáver, gritaba fuera de sí corriendo escaleras abajo: 


¡ mataron a la pobre vieja Carolina. Coño, que vaina ¡ >>.

                              
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La  mataron. Esa es la conclusión por el desorden que habia allí, comenzando con el pan sanguche regado en el piso;  los trapos de cocina húmedos amontonados en la nevera era otro indicio de que habían tomado a la víctima por sorpresa;  el martillo de cocina lleno de sangre que ya dejaba de ser roja y tornabase más bien una mancha negra parecia ser el arma homicida; pero lo que más  desconcertaba a todos eran que los ojos de Carolina estaban aún abiertos, viéndolos a todos como si aún estubiera viva. 


¿ será cierto que los muertos guardan en su retina la última imágen que vieron cuándo estaba aún con vida?


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Mientras esperaban a que llegará el médico forense y la policia: la gente desargaba su ansiedad mórbida curioseando a las puertas del apartamento 4A;  y  de cuándo en cuándo el más atrevido se acercaba al umbral de la cocina, se asomaba,  y de regreso salía con cara descompuesta  diciendo cosas melindrosas: 

<< ¡ pero si hace un rato hablé con ella, que vaina,  le tocaba. Pobre sra. Carolina! >>
                                
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Al rato fue que que encontrarón a Alfredo, el hermano de la  occisa, que vivía con ella en aquel apartamento de la Av.Romulo Gallegos, en la caraqueña urbanización de Horizonte o el Marqués, que se habia convertido en hábitat obligado por las circunstancias para convivir y hacerse compañía.

Estaba Alfredo sentado sobre un matero a la sombra del vestíbulo y  con la mirada sorbida y vacía puesta en alguna parte pero no por allí; la escena daba cuenta de la situación.Alfredo arrostraba las consecuencias del homicidio.

Alfredo sostenia un pan de sanguche en la mano izquierda y en la derecha una bolsa de pan sanguche manchada de sangre con tres hogazas adentro. Indicio que insinuaba la grave sospecha.


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 Cómo lo hicieron, nunca lo supe y empero lo que contó Alfredo sobre lo que pasó da cuenta de la fragilidad de ánimos y las consecuencias de la hibris.


El peo comenzó por el pan de sanguche pero hubiera podido ser por cualquier pendejada que desatará la irá contenida por días de convivencia forzada por la pandemia, el encierro y el reporte de muertos diarios que mantenían el alma de la vieja Carolina en ansiedad y zozobra. Estaban hasta el culo, ese día.

Ya la vaina venia de atrás, acumulándose, pues nada más ayer dejaron los platos sucios y sin recojer. Vainas como la mayonesa abierta manchada con migas de pan y,  cómo estás nimiedades de hoy,  que Carolina encontró las toallas húmedas en su  cuarto sobre la cama sacan la piedra a cualquiera;  y lo que más le arrechaba a Carolina era sentir la humedad de la orina de Alfredo en sus nalgas cada vez que tenia necesidad de pis. Éso la sacaba de quicio, de sus cabales.
   

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Alfredo, les cuento, frisaba los sesenta y pico, edad de sabios, más bien circunspecto, y que se sepa nunca había sido un tipo violento y, si se quiere, es de aquéllos que prefieren pasar inadvertido, silencioso y sin llamar la atención para no tener que dar explicación de nada y por nada; tampoco pedía a nadie nada.

 Cuando socializaba, lo más que se esperaba de él era una respuesta lacónica.

ALFREDO,  EL CIRCUNSPECTO.


Nadie sabe cómo llegó a esto.



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Con Carolina, la vaina era diferente, todo el mundo tenía que ver con ella;  cuando hablaba, la voz ronca la delataba, se hacía escuchar con ese talento innato, que poseía, de hablar en metáforas balurdas y decir cuatro vainas sin molestar a nadie y, eso sí, poniendo a cavilar a todos y en su puesto a cada quien; comenzaba cuando perdía la paciencia:

- <<¡ déjense de pendejadas >> -

 subiendo el tono  del timbre de voz de ronco a contralto,  entonces proseguía.

Carolina, en el Márquez. 


Es trivial pero con el pan de sanguche arrancó todo, o, más bien desencadenó aquel trágico incidente que terminó en  homicidio;  veamos el relato según la policia:

Carolina y Alfredo, dice la crónica policial: encontrándose ambos en la cocina y el día del suceso -  jueves 10 de agosto,  en horas de la tarde  - mantuvieron una agria discusión por el pan de sanguche, que horas  antes había comprado Alfredo, y que visiblemente estaba en mal estado, con moho.Cosa que motivó el incordio.

Dice la crónica policial que la occisa  Carolina increpandolo , le espetó:

 - << ¡ Cómo, coño, se te ocurre comprar pan malo y podrido, Alfredo ¡>>

Alfredo,: 
<< no me di cuenta >>; 
respondió con voz molesta, más  con él mismo que con otra cosa.

Carolina: 
<<¡ si eres pendejo! >>, le dijo sornicamente.

 Y remató: <<¡ Que bolas, tienes ! >>;

 Alfredo,  visiblemente descompuesto le responde:-

 -<<¡ A mi no me hables con ese tono, nojoda! >>

Carolina, a todas éstas viendo la vaina, le contesta: 

<< ¡ Con mís años, habló como quiero y digo lo que me da la gana!.¡ Y con el tono que quiera ¡>>

Alfredo, ya entrado en arrechera y cambiando de pálido a rojo el color de la cara, se yergue frente en alto y mirando a Carolina a los ojos, avanza sobre ella y le descarga en voz alta su reclamo:

<< - No me hables en este tono, y menos carajeo.>>,  Y, a la vez que le habla pierde la compostura y la empuja con ambas manos.

Carolina, a todas éstas, y viendo que la situación se tornaba violenta, le insiste y aletea la mano abierta ventilandole la arrechera sobre la cara de Alfredo y le espeta:

 - <<¡ Hablo con el tono que me da la gana!. >> , Y de un empujón lo sacude y lo aleja.

En ese momento la cosa se puso fea y Alfredo, perdiendo la razón o lo que tuviera, tomó lo primero que tenia a la mano y con tan mala suerte, para Carolina, que era el martillo de aluminio que se  usaba en la cocina para machacar, entre otras cosas el ajo pelado, y  de un sólo golpe contumaz asestó el martillo sobre la cabeza de la hoy occisa Carolina, y la mató.

Es lo que puedo contar de lo que se dice por allí, incluyendo crónica y acta policial más chismes de pasillos.

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A todas éstas y viendo que la vaina se complicaba pues ya le habian dado unos coñazos a Alfredo;  Carolina  decidió despertar de su sueño de ojos abiertos de muerta  y  del sopor de su sueño dé vendeta para evitar que metíeran preso a Alfredo, que ya estaba amarrado en la camioneta de la policía.

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 Resucitó con el llamado suave de  palabras de Alfredo que con voz preocupada la conminaba a la mesa y lo acompañará a comer pasticho, que tanto a ella le placia, de las pocas veces que Alfredo cocinaba y era lo único que sabía hacer.

Carolina, en así y viendo la cosa - una pesadilla -  como era, se avalanzó sobre el pecho de Alfredo, lo besó cómo nunca antes lo había hecho y le estrujó la espalda y le susurró unas palabras que por ser tan cariñosas le extrañarón sobremanera al circunspecto Alfredo.

Dos viejos comiendo pasticho. Goya.



A todas éstas,  Carolina al probar el pasticho comentó, buscando peo:

 << ! Esta bien bueno tu pasticho. Alfredo,  pero le falta queso y orégano. Que broma hacer pasticho sin orégano, Alfredo! ¡ Que  bolas ! >>, 
y entre mirando a Alfredo por el rabo del  ojo y la larga pestaña, que venteaban sus ojos de cigueña, revisó la reacción de Alfredo, que sé mantenía circunspecto.


Alfredo, así la vaina, comprobó  que Carolina estaba bien y todo seguiría así hasta el próximo homicidio y por ahora probaria agregar más arsénico al pasticho.


*NOTA:
«Los personajes y hechos retratados en Pura Paja®   son completamente ficticios. Cualquier parecido con personas verdaderas, vivas o muertas, o con hechos reales es pura paja  «.



Pura Paja® 




















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