LAS MUJERES DEL SEÑOR JM

   LAS MUJERES DEL SEÑOR  JM


SRA.CARACAS

El señor JM , cuándo lo conocí, ya llevaba 10 años de matrimonio - sí a éso se le puede decir así - o al menos vivían juntos,  dormían,  y hacen lo que todo el mundo hace cuándo convive en pareja: llenos de relativa felicidad y armonia;  me consta que eran buena gente y  dentro de todo se la llevaban bien: no discutían para nada - ni hablaban-  y  ella trataba en lo posible de  complacerlo cambiando de fenotipo femenino y desta manera causándole múltiples y extraños placeres seductores.

Cuándo los conocí, ya bastante tiempo acá, era su casa más bien modesta con copias baratas de pinturas - descoloridas por el sol - que pendían en una pared gris manchada por el tiempo y en la otra colgaba un calendario de 1947 desde un clavo herrumbroso con la foto de Tomasso Gandolfi en primer plano; contaba con apenas unos muebles de pino para el recibo compuesto de un sofá más dos  pequeñas poltronas que rodeaban a una pequeña mesa, también de pino laqueado, que hacía de centro con un  cenicero de cerámica con dibujos de manchas azules como los del bar cercano, ornados cas6a poltrona con cojines mullidos de tapicería de plástico y el ambiente rodeado de  cortinas con estampados de girasoles que le daban un ambiente ambiguo de familia:  ni se escuchaba levantar la voz de nadie y gritos menos pero tampoco música estridente: el silencio era la nota que se escuchaba. Desde la sala se podía ver la alcoba a la penumbra, con una cama recostada al fondo con un edredón violeta que la cubría y completaba aquél ambiente unos cojines cuadrados sobre los cuáles yacia ella: la señora Caracas, o lo que se suponía que se llamaba así pues ya no podía ser la señora Caracas; cómo pronto descubrirán.


Al Sr.JM., sólo le irritaba la frialdad y la falta de calor en los sentimientos que demostraba su esposa - sí se le puede decir así - y se quejaba por la ausencia de ternura que suele haber siempre en las parejas para consentirse y encariñarse.


 La despersonalización asociada a los quehaceres anodinos produce paradojas inesperadas.



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 Ella era tan capaz y  hábil  que podía cambiarse y modificarse totalmente en su aspecto, incluso en la personalidad y carácter que cambiaba según el físico,  haciendo las delicias del sr. JM., que satisfecho en  toda su sexualidad, no tenía más nada que buscar por ahí.


 En la variedad de cambios en sus atributos sin ser capaz de alterar su sexo está la felicidad, se repetía el sr. JM., refiriéndose a su mujer, si se le podía llamar así.

 

 Algunas veces podía mostrarse delgada, con tetas pequeñas y espaldas más bien enjutas con caderas estrechas más parecida a un hombre que a una mujer: que en vez de carne tenía huesos; y otras veces excesivamente bien dotada o – para no recurrir a eufemismos: es lo que decían que estaba buena - con nalgas  exageradamente prominentes, las piernas firmes y senos redondos y tiesos como cocos. Es lo que llaman, por ahí, un mujerón.


Incluso, a veces, cambiaba tanto que subía de peso y asomaba a parecerse a una gorda: los rollos de grasa descendían como anillos  por piernas y brazos, y la barriga le colgaba por encima de la enorme e hirsuta vagina, acompañaba a aquél adefesio la impresión  macilenta de las tetas que como cholas colgaban de alcayatas: pero no siempre era así y sólo lo hacía para divertirse y ver la cara que ponía  el sr.JM. por la sorpresa inesperada. 


 Además, muchas veces cambiaba de color de cabello tan seguido como tantas acomodaba el peinado, los rizos, el largo a según el carácter y fenotipo de la mujer del dia;   tanto variaba  en su cabello como en otras partes de su cuerpo, digamos genitales, aúnque no necesariamente al mismo tiempo. 


Ella también parecía capaz de cambiar otros detalles en particular como la nariz y boca o tener un lunar allá; y pero los ojos, si los ojos, mutaban de grandes  a chicos, de nueces y paraparas a otras veces chinos  con iris verdes y pero los que más le gustaban al sr.JM. eran los de transparencia ámbar como guarapo de papelón.


 Incluso podía en cierta medida cambiar el color de su piel pues, a veces,  era una catira con pelo dorado  acompañada de una sonrisa provocadora de labios húmedos de voz tibia y sensual - sin desperdicio - que incitaba al amor audaz; otras veces asumía ser una morena clara con pelo liso que al caminar las caderas bailaban el erótico  tongoneo del merengue; pero, y, más otras veces, era de un ébano brillante inmaculado que coronaba con un aromático aceite de coco sobre el cabello de brócoli;  remataba la bella figura - las más de las veces - con una risa de flauta cantarina mostrando uno dientes tan blancos como perlas anacaradas.


 Uno se encuentra con la necesidad de preguntarse a uno mismo quién era ella, o si sería apropiado hablar de una sola “persona” o varias personas en una sola, o de ninguna, y de hecho veremos que sería imprudente insistir en este punto.



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Toda la vida del Sr.JM se me dió,  con el tiempo, en conversaciones y la confianza que se crea entre confidentes se cultivo por años y que en estos días me sirven para compartir con uds estás visicitudes sobre la intimidad de Sr JM.,  que aúnque parecen grotescas y e intimiden en su promiscuidad:  cuándo se cuenta son absolutamente veraces . A ver, si me acompañan: 



La mujer de MJ., o su distintas versiones y variantes de mujer a gusto del sr.MJ., no es un humano, ni tan siquiera natural. Es una mujer de plástico o de goma y de ésa que se estira y expande al gusto como un globo. Si de goma pues la puede inflar a su gusto o desinflar a su antojo.


 Tiene para comenzar una válvula en el esfinter, el ano, y es algo cómo que le  permite inflar a la muñeca hasta alcanzar el tipo de mujer deseada: ora gruesa o delgada, prominente en seno o escuálida en lo demás; utiliza artilugios técnicos - que ya veremos más tarde - para obtener una pierna gruesa o delgada o en su criterio, gusto del momento, si las prefiere con caderas anchas o mas bien planas como una flaca o de una atleta.Estaba provista de un pequeño tapón - disimulado -  al fondo de la garganta y cuestión de desinflar rápidamente halando una pequeña pestaña prevista para ello detrás de la epiglotis.


Con el hábito de inflar a sus mujeres, el Sr MJ., para arreglar las muñecas, había adquirido en las tiendas y casas especializadas un variado surtido de pantaletas, sostenes, medias pantrys, legys y sin olvidar vestidos de salir, para cierta gala, junto con sandalias de trenzas y  zapatillas de tacones altos, stilettos  seductores,  como los que se  usan para citas permitiendo en  la elegancia ser sensual y erótico cautivando desde la altura de unos ojos impávidos  la atención del sr.JM.



 Las prendas íntimas permitían dar la talla, y me refiero a tallas S M  L  LX o más grande LXX, otorgaban las medidas adecuadas para  inflar hasta cierta presión y darle forma a su mujer a según la talla.


 Inflaba al principio con una bomba manual de bicicleta, lo que le cansaba mucho cuándo ése día tenía aprehensión por una gorda y, después,  pasó a aquélla bomba neumáticade que sujetaba con los pies permitiéndoles liberar las manos para accionar la bomba con más fuerza y ahínco.



Así de esta forma y no de otra, sencillo y práctico,  él la inflaría en distintos grados, y le cambiaria las pelucas y otros pedazos de cabello, la lubricaría con sus propias pomadas, la moldearía de muchas maneras con legis y blumas, vistiendolas para obtener más o menos el tipo de mujer que necesitaba en ese día o momento.


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El Sr JM. vive,  cómo han leído, con una muñeca inflable y manipulable, con la que mantiene relaciones maritales, a la que ama como si fuera una mujer (o puede ser, por qué no, amarla debido a que no es una mujer real, quién sabe) .y que tiene nombre cómo cuálquier ser animado: Caracas.Incluso habla y conversa con ella.


 La infla y la desinfla. 


La goza y sufre.


Establece con ella una conexión que sobrepasa lo que puede tenerse con un ser inanimado y hay un enamoramiento, una rara comunicación más allá del sexo y de la piel artificial.


La despersonalización asociada a los quehaceres anodinos produce paradojas inesperadas.



          

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Con el tiempo y de tanto inflar y desinflar mujeres a su gusto fué adquiriendo preferencias de cierto tipo de mujer, con personalidades y virtudes, si se puede decir así, y empezó a llamarlas con nombres  a aquellas de su interés, o mejor de las que se enamoraba, y quizás para recordarlas cuándo la satisfacción era a su máximo antojo. 


Se obsesióno por una en especial, y única, que le prendió y nunca pudo olvidar: la llamó Caracas, cómo adelantamos.


Pero nunca pudo reproducir la misma mujer, una y otra vez lo intentaba infructuosamente y , quizás, debido al carácter inmanente de la goma de perder su forma, pues siempre lograba otra y otra más diferente que no llevarían jamás nombres y caerían en el olvido pereciendo en el aliento desbocado de la garganta al tirar del tapón.


De todas las mujeres, que infló en ésos diez años, era Caracas única pues logró hablar y conversar por largo rato manteniendo una empatía que al sr.JM. le sorprendió de está mujer, de goma .


 Hablaron de vida, aventuras y desventuras, del amor y de ésas cosas que solo hablan los que están enamorados: del futuro y de las cosas que harían juntos, planearon y pasaron juntos toda la noche.


 Caracas al otro día amaneció sin aire, sin presión y sin vida.


El sr.JM. enloqueció y febrilmente buscó la bomba neumática pasando la mañana y el día bombeando sin encontrar a Caracas, que nada que volvía a su plástico o goma.



Sollozaba desconsoladamente mientras  bombeaba en su desespero; y  de tanto que bombeaba que las piernas y los brazos  junto con el cuerpo de la muñeca  fueron tomando formas grotescas, abultadas y desproporcionadas,  los cachetes inflados y los dientes de perla anacarados fueron desprendidos por la violenta explosión rodando por el piso.


Alcanzó a gritar:  CARACAS



Los personajes y hechos retratados en Pura Paja®   son completamente ficticios. Cualquier parecido con personas verdaderas, vivas o muertas, o con hechos reales es pura paja «.

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